lunes, 6 de julio de 2015

Análisis Literario de García de Carvajal y Campofrío



1.- Me ha movido a este análisis literario el hecho de que nadie lo ha realizado hasta la fecha.
2.- Me ha movido al análisis literario de García Carbajal y Campofrío específicamente el hecho de que, a diferencia de sus colegas antiaxiomistas, no es citado en ninguna parte como ejemplo de poesía dominicana. A lo más se menciona su nombre.

Y si es cierto que el mérito de los versos de los poetas antiaxiomistas es mediano,  no menos cierto es que nuestro poeta, a juzgar por su pequeña obra, en nada debe posponerse a los demás. Lo que los otros tienen de ornamental, él lo tiene de conceptuoso.
Estudiaremos:
I.- García de Carvajal y Campofrío y su contexto. Una vez ubicado, expondremos:
II.- García de Carvajal y Campofrío y su texto.

I.- GARCÍA DE CARVAJAL Y CAMPOFRÍO Y SU CONTEXTO.

1.- Barroquismo.

Se señala el siglo XVII en la historia de la cultura y particularmente de las letras, como el siglo del predominio de las modalidades barrocas o gongorianas, que no merecen, según crítica moderna, la aplicación del estigma  de la decadencia y la degeneración.
La belleza atormentada, peregrina, individualista que singulariza a la época barroca se traslada a lo ornamental y da al arte un tono recargado y dificultoso. Hay intensificación de los procedimientos literarios, y, a su vez, en el contenido, una regresión que llega con frecuencia al nihilismo temático.
El proceso de retorno al clasicismo grecorromano, representado por el Renacimiento, declina, a la par que se van afirmando las nuevas tendencias.
Esta evolución coincide con la decadencia político-administrativa del impero hispánico y se refleja en América, con todas sus consecuencias.

2.- El Barroquismo en la República Dominicana

El Gongorismo, como ocurre siempre en los medios coloniales, cuya dinámica social es menos activa que la de la metrópolis, persistió en el siglo XVIII, cuando ya había cesado en su punto inicial. Es el resplandor de una estrella ya muerta.
A las causas generales funestas a la cultura dominicana atribuibles a la madre Patria, se sumaron otras graves de origen local, como: el vertiginoso agotamiento de la raza indígena y las proporciones del movimiento migratorio hacia el continente, males acentuados por las absurdas devastaciones de la parte norte y oeste de la isla.

Los resultados se reflejan en todas las actividades de la comunidad dominicana todavía embrionaria. No obstante, Santo Domingo mantiene los timbres de la tradición cultural. Subsiste la actividad universitaria, y, aunque es escasa la producción poética que hoy se conoce, perteneciente al siglo XVII, se advierten las modalidades barrocas que permiten situar su evolución dentro de las líneas seguidas por la lírica hispanoamericana.
Me saldría por las ramas, si fuera prolijo en exponer quiénes eran las personalidades de las letras hispánicas: Tirso de Molina y Bernardo de Balbuena. Creo pertinente hacer alguna alusión a ellos, en cuanto influyeron en nuestras letras.

Gabriel Téllez, con motivo del éxito alcanzado al ganar el certamen poético celebrado en 1616, elogia la aptitud de los nativos para el cultivo de las letras, cuando dice que se vio muy favorecido “por los ingenios de aquel nuevo orbe, no inferiores a los que entre nosotros desempeñan desvelos de las musas, pues éstas también, si no avarientas de sus minas, pasan los mares y se lisonjean con sus metales”. Texto muy importante para nuestra literatura que, si bien escasa, no lo fue tanto como aparece.

Los versos de Tirso de Molina escritos en la República Dominicana llevan el sello de la época. Con todo, el recargo de adornos no llega nunca a perturbar su comprensión; el juego metafórico no es exagerado ni emplea el hipérbaton en forma violenta.

En cuanto a Balbuena, no hay constancia de que escribiera versos durante su estancia en Santo Domingo, pero su permanencia en la isla conviene tenerla en cuenta, desde el punto de vista de las manifestaciones del barroquismo en Santo Domingo, dada la posición específica y digna de nota, que le corresponde en ese sentido, dentro de la poesía hispánica.

3.- El barroquismo en el libro “Antiaxiomas”.

Es a finales de siglo, cuando encontramos las pruebas (fundamentales) documentales de las manifestaciones barrocas.
Se trata del libro ANTIAXIOMAS MORALES, MÉDICOS, FILOSÓFICOS Y POLÍTICOS del Sevillano Fernando Díez de Leiva, residente en Santo Domingo desde antes de 1662, que fue publicado en 1682 y con el cual el autor se propuso demostrar la falta de fundamento de supuestas verdades comúnmente aceptadas como axiomáticas.

Los Antiaxiomas están escritos en prosa y en verso, obedeciendo a una tradición medieval, según el mismo autor lo expresa en el Proemio.
El acentuado sabor barroco en la prosa de Diez de Leiva no alcanza, sin embargo, la misma intensidad en su composición rimada.

En donde podemos hallar rasgos de gusto barroco es en las composiciones laudatorias insertas al comienzo del libro, a usanza de la época y gracias a las cuales conocemos los nombres de 9 cultores de la poesía, todos ellos nativos, que vivieron en la ciudad de Santo Domingo, en el último cuarto del siglo XVII. Todos ellos pertenecientes a diversas esferas de la sociedad colonial. He aquí sus nombres.

Dña. Tomasina de Leyva y Mosquera, muy joven entonces, hija del autor, nacida en Santo Domingo; el arcediano de la Catedral Baltasar Fernández de Castro, que gobernó la iglesia en caso de sede vacante; Fray Diego Martínez, dominico; el Padre Francisco Melgarejo Ponce de León, maestrescuela de la Catedral; el maestro José Clavijo, cuya escuela fue conocidísima y dio nombre al trecho donde se hallaba en la calle de la capital, que desde el siglo XVII se llama “Calle del Conde” (naturalmente el Conde de Peralba);  los capitanes García y Alonso de Carvajal y Campofrío, de la numerosa y distinguida familia extremeña de los Carvajal, que desde la conquista tuvo representantes en Santo Domingo; Miguel Martínez y Mosquera, Rodrigo Claudio Maldonado.

De ellos, Martínez, Fernández de Castro y Dña. Tomasina escriben en latín.
En sentido general, el mérito de los versos, tanto castellanos como latinos, es mediano, pero a veces es posible advertir dominio del ritmo y acierto expresivo.

Los Antiaxiomas de Diez de Leyva constituyen, dentro de la estrechez que infortunadamente aqueja el intento de reconstruir las actividades culturales de la colonia, testimonio de primer orden, para formar un criterio, no solamente acerca de nuestra fisonomía poética en el siglo XVII, sino también sobre los cauces del pensamiento intelectual dominante en la parte española de la Isla, en aquella época.


II.- GARCÍA DE CARVAJAL Y CAMPOFRÍO Y SU TEXTO.

Décima

Escribid, Leiva, escribid,
Que causáis admiración,
Si en proverbios Salomón,
En lo armónico David.
Mucha riqueza incluid
De ciencia, en tan breve erario
De cada soneto vario,
Que el saber es más riqueza,
Y más saber con franqueza
Darla al provecho ordinario.

Al abordar el comentario de nuestro texto, tropezamos con un autor de escasa producción literaria conocida. Los versos en cuestión no son una joya literaria , como para dejar indicios de parentesco literario significativo. Por esto, el encuentro total de la obra tiene que ser fruto de reflexión sobre el poema en sí y el medio literario en el que se le conoce.

El medio literario, si no es predominante, sí aún con amplios ecos de barroquismo, culteranismo y conceptismo, hace que en nuestro autor aparezca la corriente literaria más significativa y privativa de los años del siglo XVII.
En cuanto al contenido, el autor, basándose en las cualidades admiradas en Diez de Leiva, hace a éste imperiosa invitación reiterada a proyectar su saber y buen corte literario en producción digna de todo aprecio.

Opino que, bien considerado el contenido de la décima analizada, arroja notoria riqueza conceptual, mucho más abundante que la concisión de su decir literal.
Se entrevé, y más se presiente que se lee, vigorosa antítesis reticente, establecida entre la loable y digna producción de Leiva y la pobre y palabrera pseudo-producción de pobres autorcillos contemporáneos bien discutibles y combatidos.

Habida cuenta de las intenciones en el autor, de establecer una invitación loa de contraste, por una parte, y por otra, las corrientes literarias de mayor empuje en la época, él, para no caer en los mismos defectos que implícitamente fustiga, tiene que producir versos llenos de contenido, concisos y comedidos.
Por estas razones, abunda el autor en riqueza de conceptos e intenciones bien definidos y resaltados, con discusión fina en alusiones adivinables.

Estas conclusiones, fruto de reflexión seria sobre el texto en sí y la época literaria en que se compuso, añadida la intención y móvil del autor, creo nos autoriza fundadamente a encuadrar la obra como conceptualista, con ecos suaves de barroquismo.

--oOo--

El tema que informa toda la composición, con excepcional abundancia y reincidencia vigorosa, puede apreciarse en estos términos:
Imperativo invitatorio de loa por contraste, hecha al celebrado literato Díez de Leiva, para que vuelque en versos su múltiple y admirado saber sencillo, científico y rico.
Se explaya el tema apuntado en buen poema, loa. Enfático y comedido, dentro del género de la época. Estróficamente, perfectamente ajustada a la composición poética denominada décima o espinela.

El poeta ciñe sus versos a las exigencias de la estrofa que elige para expresión literaria. Sin hacerse más concesión métrica que la corriente del uso aceptable de la sinalefa. Hace aplicación de ella en casi todos los diez versos (menos 2 y 8).

Podemos distinguir en la obra analizada los siguientes apartados:

a)      Invitación imperativa a Leiva, para que escriba, dando razones de la misma (versos 1-5)
Escrivid, Leiva, escribid,
Que causáis admiración,
Si en proverbios Salomón,
En lo armónico David.

b)      Reiterada invitación enérgica, fundada en la riqueza de cualidades, admiradas en el compositor (versos 5-9):

Mucha riqueza incluid
De ciencia, en tan breve erario
De cada soneto vario,
Que el saber es más riqueza.

c)       Paréceme conveniente indicar, como tercer apartado, los versos 9-10, porque aportan una nota característica, al parecer, del literato loado.

----oOo----

Apartado a).-
Iníciase el poema presentando de lleno el motivo de su composición:

Impera al literato a escribir:
                                           v. 1        Escrivid, Leiva, escribid

dando a continuación la razón de tal imperativa invitación:
                                           v. 2        que causáis admiración,

y adornando con literario acierto sus razones, con sendas comparaciones en los versos 3 y 4:
                                           v. 3         si en proverbios Salomón
                                           v. 4         en lo armónico David.

Es el contenido en detalle global del primer apartado.

Análisis más detenido nos lleva a la siguiente apreciación:
                                           v. 1        Escribid, Leiva, escribid
Sencilla, pero enérgicamente, parece el poeta imprecar a Leiva, por razones serias, luego apuntadas (versos 2-3-4) y al calor de cierta indignación  conceptualmente advertida en todos y cada uno de los versos, debidas al abuso, en el género literario de la época, reprochable  a no pocos escritores que más bien eran charlatanes que literatos de considerar.

                                           v. 2        que causáis admiración

Por contraposición conceptual, aparece en este verso el móvil que el compositor tiene para dirigirse a Leiva, en su imprecación imperativa. Como diciéndole: “tus versos hacen falta y no otros”, porque
                                           v. 3        si en proverbios Salomón
                                           v. 4        en lo armónico David.
Te hallas dotado de sabiduría digna de ser expresada en cortados proverbios, y tu métrica no desmerece ante las métricas bien celebradas, como las apropiadas a David, el cantor bíblico.

Apartado b).-

Abundando en las intenciones y móviles expresados en los cuatro primeros versos, incluye este segundo apartado de la composición nuevo imperativo:
                                                          Mucha riqueza incluid…

Con explicación amplia de razones, pues se convierten mentalmente y por asociación y alusión fácilmente entrevistas, en las intenciones del compositor, en versos laudatorios hacia Leiva, todos los que integran el apartado.

Especificando el contenido del apartado intermedio, hallamos:
En el primer verso y parte del segundo
                                          v. 5        Mucha riqueza incluid
                                          v. 6        de ciencia………………….

Invitación laudatoria, imperativa, llena de las características que indicábamos más arriba.
Es como si el poeta dijera: Da ciencia, Leiva, que es verdadera riqueza y tú sabes hacerlo. Y hazlo,
                                         v. 6         ….en tan breve erario
                                         v. 7         de cada soneto vario,

es decir, en verdadero tesoro, erario, lleno de riqueza, abundante en ciencia-riqueza, y con maravillosa concisión y acierto en las palabras, propias cualidades de cada uno de tus sonetos, ricos de nuevo, no sólo por su individual riqueza de contenido, sino también por su loable variedad, que nuevamente es en ti riqueza:

                                         v. 8          que el saber es más riqueza
ya tus versos están llenos de ciencia y no vacíos, se expresan concisos en palabras y variados en composición, y son un todo de saber-riqueza, por tus cualidades, tus composiciones.

Y entramos así en el postrer apartado de la composición, Apartado c) (versos 9-10).

----oOo----

Apartado c).-

He querido separarlo, por parecerme lo suficientemente definido su contenido, como para establecer una bien clara tonalidad laudatoria, singular e independiente frente a las anteriores y, tal vez, la más intencionada en nuestro autor.

Es todo el contenido de los versos 9-10 algo muy digno de estima, por ir dirigida la alabanza a compositores que, -y es el caso nuestro- por el género que cultivan, se hallan en constante e inminente riesgo de ceder al decir literario confuso, vacío, pedante, de recargados adornos, sin más contenido que el de las ininteligibles palabras acopladas a verso, estrofa, métrica y bien sonar, para, al fin de cuentas, no decir nada.

Frente a esta mi apreciación, se descubre la riqueza de contenido laudatorio, entrañada en dos solos versos:
                                     v. 9              y más saber con franqueza
                                     v. 10            darla al provecho ordinario.

Posiblemente, por encima de todo cuanto el poeta viene alabando en Leiva y admirando en sus versos, queda más que cautivado por el sencillo decir de sus versos, que, además de ser erario de saber, ciencia y riqueza, no cuestan esfuerzos inútiles para ser entendidos, son llanos y a la altura de los sencillos y ordinarios estudiosos, y aprovechan para deshacer confusiones de saberes torcidos y atormentados o gratuitos.

Este es, a mi juicio, el sentir de nuestro poeta, al cerrar, con colofón de alabanza a Leiva, su concisa composición, densa en expresiones y abundantísima en intenciones y móviles.
Réstanos añadir una observación, a propósito del análisis hecho acerca del contenido del texto.
Inútil advertir ni llamar la atención sobre la presencia del tema en todos y cada uno de los versos analizados, porque es constante su aflorar, entreverse e informar en ellos, explícitamente en el decir literario, e implícitamente, pero con notoria fuerza de alusión intencional, en el manifestarse y proyectarse de nuestro compositor.

Mi observación es referente a dos agradables y delicados matices observables en la composición:
Los cinco primeros versos presentan rima consonántica más dura, inquieta, fuerte, directa, exaltante en buena línea, a base de terminaciones agudas.

En cambio, en los cinco últimos  la rima está montada sobre vocablo de métrica llana, como intentando llevar al ánimo del lector tranquilidad, sosiego, agrado, en paz de ánimo, brotado todo de la consideración y ponderación de las dotes y cualidades celebradas en Leiva.

                              
©Javier Baztán Rodrigo. Todos los Derechos Reservados



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