1.- Me ha movido a este análisis
literario el hecho de que nadie lo ha realizado hasta la fecha.
2.- Me ha
movido al análisis literario de García Carbajal y Campofrío específicamente el
hecho de que, a diferencia de sus colegas antiaxiomistas, no es citado en
ninguna parte como ejemplo de poesía dominicana. A lo más se menciona su
nombre.
Y si es cierto
que el mérito de los versos de los poetas antiaxiomistas es mediano, no menos cierto es que nuestro poeta, a
juzgar por su pequeña obra, en nada debe posponerse a los demás. Lo que los
otros tienen de ornamental, él lo tiene de conceptuoso.
Estudiaremos:
I.- García
de Carvajal y Campofrío y su contexto. Una vez ubicado, expondremos:
II.- García
de Carvajal y Campofrío y su texto.
I.- GARCÍA
DE CARVAJAL Y CAMPOFRÍO Y SU CONTEXTO.
1.-
Barroquismo.
Se señala el
siglo XVII en la historia de la cultura y particularmente de las letras, como
el siglo del predominio de las modalidades barrocas o gongorianas, que no
merecen, según crítica moderna, la aplicación del estigma de la decadencia y la degeneración.
La belleza
atormentada, peregrina, individualista que singulariza a la época barroca se
traslada a lo ornamental y da al arte un tono recargado y dificultoso. Hay
intensificación de los procedimientos literarios, y, a su vez, en el contenido,
una regresión que llega con frecuencia al nihilismo temático.
El proceso
de retorno al clasicismo grecorromano, representado por el Renacimiento,
declina, a la par que se van afirmando las nuevas tendencias.
Esta
evolución coincide con la decadencia político-administrativa del impero
hispánico y se refleja en América, con todas sus consecuencias.
2.- El
Barroquismo en la República Dominicana
El
Gongorismo, como ocurre siempre en los medios coloniales, cuya dinámica social
es menos activa que la de la metrópolis, persistió en el siglo XVIII, cuando ya
había cesado en su punto inicial. Es el resplandor de una estrella ya muerta.
A las causas
generales funestas a la cultura dominicana atribuibles a la madre Patria, se
sumaron otras graves de origen local, como: el vertiginoso agotamiento de la
raza indígena y las proporciones del movimiento migratorio hacia el continente,
males acentuados por las absurdas devastaciones de la parte norte y oeste de la
isla.
Los
resultados se reflejan en todas las actividades de la comunidad dominicana
todavía embrionaria. No obstante, Santo Domingo mantiene los timbres de la
tradición cultural. Subsiste la actividad universitaria, y, aunque es escasa la
producción poética que hoy se conoce, perteneciente al siglo XVII, se advierten
las modalidades barrocas que permiten situar su evolución dentro de las líneas
seguidas por la lírica hispanoamericana.
Me saldría
por las ramas, si fuera prolijo en exponer quiénes eran las personalidades de
las letras hispánicas: Tirso de Molina y Bernardo de Balbuena. Creo pertinente
hacer alguna alusión a ellos, en cuanto influyeron en nuestras letras.
Gabriel
Téllez, con motivo del éxito alcanzado al ganar el certamen poético celebrado
en 1616, elogia la aptitud de los nativos para el cultivo de las letras, cuando
dice que se vio muy favorecido “por los ingenios de aquel nuevo orbe, no
inferiores a los que entre nosotros desempeñan desvelos de las musas, pues
éstas también, si no avarientas de sus minas, pasan los mares y se lisonjean
con sus metales”. Texto muy importante para nuestra literatura que, si bien escasa,
no lo fue tanto como aparece.
Los versos
de Tirso de Molina escritos en la República Dominicana llevan el sello de la
época. Con todo, el recargo de adornos no llega nunca a perturbar su
comprensión; el juego metafórico no es exagerado ni emplea el hipérbaton en
forma violenta.
En cuanto a
Balbuena, no hay constancia de que escribiera versos durante su estancia en
Santo Domingo, pero su permanencia en la isla conviene tenerla en cuenta, desde
el punto de vista de las manifestaciones del barroquismo en Santo Domingo, dada
la posición específica y digna de nota, que le corresponde en ese sentido,
dentro de la poesía hispánica.
3.- El
barroquismo en el libro “Antiaxiomas”.
Es a finales
de siglo, cuando encontramos las pruebas (fundamentales) documentales de las
manifestaciones barrocas.
Se trata del
libro ANTIAXIOMAS MORALES, MÉDICOS, FILOSÓFICOS Y POLÍTICOS del Sevillano
Fernando Díez de Leiva, residente en Santo Domingo desde antes de 1662, que fue
publicado en 1682 y con el cual el autor se propuso demostrar la falta de
fundamento de supuestas verdades comúnmente aceptadas como axiomáticas.
Los
Antiaxiomas están escritos en prosa y
en verso, obedeciendo a una tradición medieval, según el mismo autor lo expresa
en el Proemio.
El acentuado
sabor barroco en la prosa de Diez de Leiva no alcanza, sin embargo, la misma
intensidad en su composición rimada.
En donde
podemos hallar rasgos de gusto barroco es en las composiciones laudatorias
insertas al comienzo del libro, a usanza de la época y gracias a las cuales
conocemos los nombres de 9 cultores de la poesía, todos ellos nativos, que
vivieron en la ciudad de Santo Domingo, en el último cuarto del siglo XVII.
Todos ellos pertenecientes a diversas esferas de la sociedad colonial. He aquí
sus nombres.
Dña. Tomasina
de Leyva y Mosquera, muy joven entonces, hija del autor, nacida en Santo
Domingo; el arcediano de la Catedral Baltasar Fernández de Castro, que gobernó
la iglesia en caso de sede vacante; Fray Diego Martínez, dominico; el Padre
Francisco Melgarejo Ponce de León, maestrescuela de la Catedral; el maestro
José Clavijo, cuya escuela fue conocidísima y dio nombre al trecho donde se
hallaba en la calle de la capital, que desde el siglo XVII se llama “Calle del
Conde” (naturalmente el Conde de Peralba);
los capitanes García y Alonso de Carvajal y Campofrío, de la numerosa y
distinguida familia extremeña de los Carvajal, que desde la conquista tuvo
representantes en Santo Domingo; Miguel Martínez y Mosquera, Rodrigo Claudio
Maldonado.
De ellos,
Martínez, Fernández de Castro y Dña. Tomasina escriben en latín.
En sentido
general, el mérito de los versos, tanto castellanos como latinos, es mediano,
pero a veces es posible advertir dominio del ritmo y acierto expresivo.
Los
Antiaxiomas de Diez de Leyva constituyen, dentro de la estrechez que
infortunadamente aqueja el intento de reconstruir las actividades culturales de
la colonia, testimonio de primer orden, para formar un criterio, no solamente
acerca de nuestra fisonomía poética en el siglo XVII, sino también sobre los
cauces del pensamiento intelectual dominante en la parte española de la Isla,
en aquella época.
II.- GARCÍA
DE CARVAJAL Y CAMPOFRÍO Y SU TEXTO.
Décima
Escribid,
Leiva, escribid,
Que causáis
admiración,
Si en
proverbios Salomón,
En lo
armónico David.
Mucha
riqueza incluid
De ciencia,
en tan breve erario
De cada
soneto vario,
Que el saber
es más riqueza,
Y más saber
con franqueza
Darla al
provecho ordinario.
Al abordar
el comentario de nuestro texto, tropezamos con un autor de escasa producción
literaria conocida. Los versos en cuestión no son una joya literaria , como para
dejar indicios de parentesco literario significativo. Por esto, el encuentro
total de la obra tiene que ser fruto de reflexión sobre el poema en sí y el
medio literario en el que se le conoce.
El medio
literario, si no es predominante, sí aún con amplios ecos de barroquismo,
culteranismo y conceptismo, hace que en nuestro autor aparezca la corriente
literaria más significativa y privativa de los años del siglo XVII.
En cuanto al
contenido, el autor, basándose en las cualidades admiradas en Diez de Leiva,
hace a éste imperiosa invitación reiterada a proyectar su saber y buen corte
literario en producción digna de todo aprecio.
Opino que,
bien considerado el contenido de la décima analizada, arroja notoria riqueza
conceptual, mucho más abundante que la concisión de su decir literal.
Se entrevé,
y más se presiente que se lee, vigorosa antítesis reticente, establecida entre
la loable y digna producción de Leiva y la pobre y palabrera pseudo-producción
de pobres autorcillos contemporáneos bien discutibles y combatidos.
Habida
cuenta de las intenciones en el autor, de establecer una invitación loa de
contraste, por una parte, y por otra, las corrientes literarias de mayor empuje
en la época, él, para no caer en los mismos defectos que implícitamente
fustiga, tiene que producir versos llenos de contenido, concisos y comedidos.
Por estas
razones, abunda el autor en riqueza de conceptos e intenciones bien definidos y
resaltados, con discusión fina en alusiones adivinables.
Estas
conclusiones, fruto de reflexión seria sobre el texto en sí y la época
literaria en que se compuso, añadida la intención y móvil del autor, creo nos
autoriza fundadamente a encuadrar la obra como conceptualista, con ecos suaves
de barroquismo.
--oOo--
El tema que
informa toda la composición, con excepcional abundancia y reincidencia vigorosa,
puede apreciarse en estos términos:
Imperativo
invitatorio de loa por contraste, hecha al celebrado literato Díez de Leiva,
para que vuelque en versos su múltiple y admirado saber sencillo, científico y
rico.
Se explaya
el tema apuntado en buen poema, loa. Enfático y comedido, dentro del género de
la época. Estróficamente, perfectamente ajustada a la composición poética
denominada décima o espinela.
El poeta
ciñe sus versos a las exigencias de la estrofa que elige para expresión
literaria. Sin hacerse más concesión métrica que la corriente del uso aceptable
de la sinalefa. Hace aplicación de ella en casi todos los diez versos (menos 2
y 8).
Podemos
distinguir en la obra analizada los siguientes apartados:
a) Invitación imperativa a Leiva, para que escriba, dando
razones de la misma (versos 1-5)
Escrivid, Leiva, escribid,
Que causáis admiración,
Si en proverbios Salomón,
En lo armónico David.
b) Reiterada invitación enérgica, fundada en la riqueza de
cualidades, admiradas en el compositor (versos 5-9):
Mucha riqueza incluid
De ciencia, en tan breve erario
De cada soneto vario,
Que el saber es más riqueza.
c)
Paréceme conveniente
indicar, como tercer apartado, los versos 9-10, porque aportan una nota
característica, al parecer, del literato loado.
----oOo----
Apartado
a).-
Iníciase el
poema presentando de lleno el motivo de su composición:
Impera al
literato a escribir:
v.
1 Escrivid, Leiva, escribid
dando a
continuación la razón de tal imperativa invitación:
v.
2 que causáis admiración,
y adornando
con literario acierto sus razones, con sendas comparaciones en los versos 3 y
4:
v.
3 si en proverbios Salomón
v.
4 en lo armónico David.
Es el
contenido en detalle global del primer apartado.
Análisis más
detenido nos lleva a la siguiente apreciación:
v.
1 Escribid, Leiva, escribid
Sencilla,
pero enérgicamente, parece el poeta imprecar a Leiva, por razones serias, luego
apuntadas (versos 2-3-4) y al calor de cierta indignación conceptualmente advertida en todos y cada uno
de los versos, debidas al abuso, en el género literario de la época,
reprochable a no pocos escritores que
más bien eran charlatanes que literatos de considerar.
v.
2 que causáis admiración
Por
contraposición conceptual, aparece en este verso el móvil que el compositor
tiene para dirigirse a Leiva, en su imprecación imperativa. Como diciéndole:
“tus versos hacen falta y no otros”, porque
v.
3 si en proverbios Salomón
v.
4 en lo armónico David.
Te hallas
dotado de sabiduría digna de ser expresada en cortados proverbios, y tu métrica
no desmerece ante las métricas bien celebradas, como las apropiadas a David, el
cantor bíblico.
Apartado
b).-
Abundando en
las intenciones y móviles expresados en los cuatro primeros versos, incluye
este segundo apartado de la composición nuevo imperativo:
Mucha riqueza incluid…
Con
explicación amplia de razones, pues se convierten mentalmente y por asociación
y alusión fácilmente entrevistas, en las intenciones del compositor, en versos
laudatorios hacia Leiva, todos los que integran el apartado.
Especificando
el contenido del apartado intermedio, hallamos:
En el primer
verso y parte del segundo
v.
5 Mucha riqueza incluid
v.
6 de ciencia………………….
Invitación
laudatoria, imperativa, llena de las características que indicábamos más
arriba.
Es como si
el poeta dijera: Da ciencia, Leiva, que es verdadera riqueza y tú sabes hacerlo.
Y hazlo,
v.
6 ….en tan breve erario
v.
7 de cada soneto vario,
es decir, en
verdadero tesoro, erario, lleno de riqueza, abundante en ciencia-riqueza, y con
maravillosa concisión y acierto en las palabras, propias cualidades de cada uno
de tus sonetos, ricos de nuevo, no sólo por su individual riqueza de contenido,
sino también por su loable variedad, que nuevamente es en ti riqueza:
v.
8 que el saber es más riqueza
ya tus
versos están llenos de ciencia y no vacíos, se expresan concisos en palabras y
variados en composición, y son un todo de saber-riqueza, por tus cualidades,
tus composiciones.
Y entramos
así en el postrer apartado de la composición, Apartado c) (versos 9-10).
----oOo----
Apartado
c).-
He querido
separarlo, por parecerme lo suficientemente definido su contenido, como para
establecer una bien clara tonalidad laudatoria, singular e independiente frente
a las anteriores y, tal vez, la más intencionada en nuestro autor.
Es todo el
contenido de los versos 9-10 algo muy digno de estima, por ir dirigida la
alabanza a compositores que, -y es el caso nuestro- por el género que cultivan,
se hallan en constante e inminente riesgo de ceder al decir literario confuso,
vacío, pedante, de recargados adornos, sin más contenido que el de las
ininteligibles palabras acopladas a verso, estrofa, métrica y bien sonar, para,
al fin de cuentas, no decir nada.
Frente a
esta mi apreciación, se descubre la riqueza de contenido laudatorio, entrañada
en dos solos versos:
v. 9 y más saber con franqueza
v. 10 darla al provecho ordinario.
Posiblemente,
por encima de todo cuanto el poeta viene alabando en Leiva y admirando en sus
versos, queda más que cautivado por el sencillo decir de sus versos, que,
además de ser erario de saber, ciencia y riqueza, no cuestan esfuerzos inútiles
para ser entendidos, son llanos y a la altura de los sencillos y ordinarios
estudiosos, y aprovechan para deshacer confusiones de saberes torcidos y
atormentados o gratuitos.
Este es, a
mi juicio, el sentir de nuestro poeta, al cerrar, con colofón de alabanza a
Leiva, su concisa composición, densa en expresiones y abundantísima en
intenciones y móviles.
Réstanos
añadir una observación, a propósito del análisis hecho acerca del contenido del
texto.
Inútil
advertir ni llamar la atención sobre la presencia del tema en todos y cada uno
de los versos analizados, porque es constante su aflorar, entreverse e informar
en ellos, explícitamente en el decir literario, e implícitamente, pero con
notoria fuerza de alusión intencional, en el manifestarse y proyectarse de
nuestro compositor.
Mi
observación es referente a dos agradables y delicados matices observables en la
composición:
Los cinco
primeros versos presentan rima consonántica más dura, inquieta, fuerte,
directa, exaltante en buena línea, a base de terminaciones agudas.
En cambio,
en los cinco últimos la rima está
montada sobre vocablo de métrica llana, como intentando llevar al ánimo del
lector tranquilidad, sosiego, agrado, en paz de ánimo, brotado todo de la
consideración y ponderación de las dotes y cualidades celebradas en Leiva.
©Javier Baztán Rodrigo. Todos los Derechos Reservados
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