jueves, 12 de marzo de 2015

La Vejez

Se ha escrito mucho sobre la vejez. Y siempre se ha hablado de ella tratando de huir de la realidad. Se hace halagos de ella y se trata de contrarrestar la realidad con mucha retórica  y filosofía que aquiete al ser envejeciente.

Cuando García Márquez nos dice que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad, nos está diciendo que tenemos que acostumbrarnos  a vivir solos, pues hasta la propia familia nos deja. Esa es la realidad. La vida está llena de intereses. Si eres viejo ya no eres interés para nadie, salvo si eres acaudalado, en cuyo caso lo único que tienen de interés es asegurarse un buen testamento.

Envejecer -decía el gran cineasta sueco Ingmar Bergman- es como escalar una montaña, mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la vista es más amplia y serena.

Eso es verdad, nos sentimos físicamente más cansados, pero la experiencia que nos da la fatiga de los años es única e inaccesible para los que no han llegado a la cumbre.

Por eso, con mucho acierto, el gobierno de la antigua Roma instituyó el Senado (del latín Senex, senis = Anciano), que lo formaban 300 antiguos magistrados que se encargaban de ratificar las leyes votadas por los comicios, aconsejar a los magistrados y dirigir la política exterior y las finanzas. Estaba formado por los ancianos de las familias patricias más poderosas. Senatus Populusque Romanus (el Senado y el Pueblo Romano, abreviado SPQR) eran las dos entidades legales soberanas, cuando se combinaban.

Roma fue un gran Imperio, pero no hemos aprendido la lección.

Cuando subo al Metro y una bella dama se levanta repentinamente para ofrecerme su asiento, yo lo rechazo porque me siento atortojado. Ofrecer el asiento es lo que yo hacía con una dama hasta no hace mucho tiempo. Pero ante su insistencia, reconozco la realidad, la acato y lo agradezco.

Hay una gran dicotomía entre el cuerpo con señales de desgaste y el intelecto en su plenitud. Pero esta es la realidad. La sociedad te juzga por lo que aparentas, nunca por lo que eres.

Entonces tienes que abstraerte de la sociedad para poder vivir. Tú no te haces viejo, la sociedad te envejece. Cuando con ganas de hacer cosas te dicen que descanses, te están haciendo viejo. Hay que aprender a nadar en el tiempo, para no sentirse viejo.

4 comentarios:

  1. Holaaa!! He quedado absorta en pensamientos ante esta entrada. Quizás porque es parte de mi realidad, no personal pero de alguna forma directa. Nunca mejor expresado, nos hacen ser...viejos, locos, tontos o listos, y es muy difícil ser uno mismo si no nos abstraemos de vez en cuando. Sí, no puede ser siempre porque en sociendad vivimos, pero para ser nosotros hay que NADAR EN EL TIEMPO.

    Y qué final tan extraordinario, haciendo alusión a tan profundo y hermoso nombre que tiene tu espacio!

    Besossss y Abrazos, siempre me voy con la impresión que he ganado mucho interiormente. Hasta la próxima!!

    ResponderEliminar
  2. Es muy reconfortante recibir comentarios con fondo y forma. Muchas gracias

    ResponderEliminar
  3. Me identifiqué con esa vejez que describis y tambièn con ese valor que solo lo dan los años, donde uno puede analizar y no beber y no llorar. Eso me gusta porque hay esperanza y quien sabe que hay al otro lado; Sabès, Cortazar decía que es una lástima que las limitaciones movilice ese escudo que traemos y dejamos de hacer guardia al sentirnos débiles cuando nos cala lo que otros digan. Empero, sigo creyendo que tenès razón, todos se dan cuenta y nos dicen ve despacio, ahora es mi turno. Es inevitable envejecer, pero yo te veo lleno de inquietudes y lleno de asombro. Espero venir otra vez.

    Saludos Javier



    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ignacio, gracias por tu respuesta. Veo que eres un psicólogo realista. Aunque desconozco tu edad, has alcanzado la madurez, para poder expresarte en estos términos. Uno no envejece, es la sociedad la que te priva de la edad madura, en su afán por alcanzar protagonismo; quieren destacar atacando los propios cimientos de la sociedad. Es triste, pero inevitable. Gracias, amigo, por tu comprensión.

      Eliminar