viernes, 26 de enero de 2018

LAVINYETA

Sábado 25 de enero de 2014

                                    

                                                              LAVINYETA

Es nuestra cita del día. Partimos desde Figueres. Pronto atravesamos la villa medieval de Peralada y nos presentamos en Mullet de Peralada, donde es obligado adentrarse en Lavinyeta.
El Alt Emporda es una zona privilegiada, donde los dioses liban su sagrado néctar.
Llegamos a Lavinyeta a las 9.55, pues teníamos concertada una cita a las 10:00, para una visita guiada, por la finca y la bodega, y una degustación de sus preciados vinos.

Cuando nos apeamos del coche, nos recibió, moviendo su cola y cabeza y torsionando su cuerpo con muestras de cariño, un hermoso perro, que nos dio sus manitas al recibirnos y nos acompañaría durante todo el recorrido por la viña. Nos dicen que la visita es a las 10:30 y matamos el tiempo de espera con el susodicho perro.

A las 10:30, aparece un muchacho que nos da la mano, saludándonos con la sencillez y cariño de quien te conoce de siempre: es Josep Serra Pla, el dueño de Lavinyeta, que estudió agronomía en Barcelona y en el Instituto especializado de Lleida. Ha emprendido, junto a su esposa, una tarea ardua pero gratificante: convertir 30 tareas de terreno prácticamente baldío (un par de viñas viejas de 55 y 80 años, de Cariñena y Garnacha) en un viñedo moderno. En el 2004 plantó las cepas y hoy tiene una flamante bodega, donde se pueden catar una gran variedad de gustosos y variados caldos.

Forma parte de la producción integrada, respetuosa del medio ambiente. Así pues ya no se abona si no es con los excrementos de las gallinas, ni se usan insecticidas. Para ahuyentar las plagas de  la vid, tienen distribuido por toda la viña cápsulas de hormonas que confunden a los machos y les impide aparearse.

Los Heus (blanco, rosado y negro) son los vinos más frescos de Lavinyeta. Después, con seis meses de barrica, aparece el Llavors y, en un final, con 13 meses de barrica encontramos el Punt i part, el buque insignia de Lavinyeta. Pero, como dice Josep, este es un final sin fin, pues continúa investigando y produciendo nuevas y ricas variedades.

Además está fomentando el turismo rural, pues tienen alojamiento para grupos o en parejas, para sentirse más cerca de la naturaleza, en un ambiente payés, gozando de la puesta del sol, entre viñas y levantándose con el canto del gallo.

Pero no sólo se producen vinos. Estos jóvenes emprendedores no han puesto cortapisas a sus sueños. Elaboran aceite, con olivos centenarios. Tienen un proyecto de gallinas ponedoras muy bien ejecutado, divididas las gallinas por edades. Entre ellas hay una variedad autóctona del Empurdá. Ya el orujo y semillas de la uva no se desecha, es el alimento preferido de las gallinas. Los huevos y
carne de las gallinas que ya no ponen se expenden en la carnicería que siempre tuvo la familia.

Para mantener limpia la viña, disponen de un rebaño de ovejas.Para aprovechar el subproducto de ellas se han hecho ya pruebas para elaborar queso de oveja. Toda una cadena de alimentos ligados a la viña.
A la gama de los vinos hay que añadir la garnacha dulce, los vinos rancios y la mistela. Tiene además alquiladas viñas más pequeñas, con lo que ha creado los Microvins, que son una colección de vinos  monovarietales, de viejas viñas y variedades autóctonas, trabajados en pequeños tirajes, con mucho cuidado y estima. Como éramos un grupo pequeño, pudimos conversar de todo esto con su propio dueño que, lleno de entusiasmo nos explicaba pormenorizadamente cuantas preguntas le hacíamos, mientras recorríamos el viñedo y las diferentes estancias.

A continuación visitamos las bodegas, donde se nos explicaba, al tiempo que veíamos cada uno de los equipos y su aplicación, todo el proceso para la elaboración del vino.

Finalmente, probamos como diez vinos de diferentes tipologias, para tener una primera aproximación al arte de la cata: Aspecto, aroma, sabores y el vocabulario imprescindible. Fue una visita, aparte de interesante, agradable, pues Josep vive su viña y, con su acercamiento entusiasma a los visitantes. La visita se prolongó como por dos horas y media. La entrada (7.50 euros) se paga al final. De esta manera, los visitantes se llevan los vinos que más les ha gustado y los pagan junto con el importe de la entrada.

Nuestra vuelta a Figueres estuvo acompañada de los comentarios pertinentes  y el remanente de los sabores catados.

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